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Arenga, Julio Ricardo San Martino, Mayor Sanmartino, Guerrilla, FAR, FAP, Montoneros, ERP, Viborazo, Ferreyrazo, Víctimas guerrilla, CELTYV, Guerrillero, Córdoba, Jefe de policía, Setenta, años 70, Subversión, argentina
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Así, cara a cara y sin ningún tapujo, mirándolos a los ojos, les digo; entendamos lo siguiente: Nosotros nos hicimos el firme propósito, no sólo de no impedirles realizar ningún acto, no sólo no impedirles realizar ninguna manifestación, si no de facilitarles los actos y demostraciones que quisieran hacer ustedes; cortándoles el tránsito y adoptando medidas de seguridad para que los actos los realizaran en la mejor forma posible, con todo orden y ambiente jovial, con el ambiente entusiasta que quisieran darle ustedes a los actos y que estuvieran revestidos de todo el brillo que ustedes anhelaban... 

(7) Arenga a los estudiantes

Psicoterapia

Vínculo a página Facebook

Segunda parte.

Subjefe de la Policía de la Provincia de Córdoba (14/07/1970 al 11/12/1970. Cinco meses).

El copamiento de La Calera, golpe importante dado por Montoneros, había ocurrido antes de que él asumiera la subjefatura. Esta fuerza no operó en Córdoba aquellos días de julio a diciembre de 1970. No tuvo relación alguna con la policía de San Martino.

La guerrilla revolucionaria estaba dando sus primeros pasos y los principales atentados se daban fuera de la provincia. Durante estos cinco meses sólo fueron detenidos cuatro guerrilleros, todos del ERP, y por asaltar a un armero el 28 de noviembre de aquel año. Uno de esos cuatro, el “Negro Britos”, era amigo personal de uno de los hijos de San Martino, y éste lo visitó en la cárcel a pesar de la incomodidad de su padre. Aún todo era, como cosas de pueblo chico, o de familia grande.

Fuera de escena, las almas de los guerrilleros estaban siendo despojadas de sentimientos humanitarios. Más adelante se los vería; asesinando indefensos y por la espalda, poniendo bombas donde estudiaban jóvenes, torturando, secuestrando, ejecutando inermes policías y esposas de soldados sin razones fundadas… y esto, en aquel ámbito espaciotemporal que aquí se trata, aún no era algo que podría haberse sospechado.

En aquella provincia y en todo el período, in crescendo, los guerrilleros de ERP y FAL se dedicaron a asaltar policías para robar sus armas, camiones de leche como estrategia de propaganda y a realizar atracos para recaudar fondos. Se los confundía con delincuentes comunes.

Imperaba la independencia del poder judicial. La policía dedicaba sus esfuerzos a campañas contra la usura, la mafia de robos de autos, a dilucidar en cada asalto si se trataba de guerrilleros o de delincuentes comunes y, especialmente, a resolver el icónico caso Srur (6) (AH.01-07-70) (AH.30-11-70) (ver Archivo histórico en general del período). 

Siempre ha sido difícil de explicar por qué la ultraizquierda desata sus peores iracundias sangrientas contra gobiernos nacionalistas presentando, en cambio, una resistencia pasiva cuando el capitalismo se ha adueñado del poder. La revolución comunista rusa, por ejemplo, se desató contra una monarquía nacionalista y no en la Europa occidental, especialmente Inglaterra, en donde el capitalismo y la revolución industrial hambreaban al proletariado. Y cuando comenzó la revolución comunista china, la que llevó al poder a Mao Zedong, quien gobernaba China era Chiang Kai-Shek, líder del partido Kuomintang (nacionalistas).

No fue excepción lo ocurrido durante el gobierno nacionalista de Onganía. Éste había logrado, tal como ya se comentó, un apoyo considerable en la masa obrera a través de la CGT. Ello, gracias a los grupos denominados colaboracionistas y/o participacionistas. En contraposición, aquellos que no representaban a la masa trabajadora, los estudiantes, eran fácilmente captados por la ultraizquierda como instrumentos de presión y violencia. Así, en aquel contexto nacionalista, se produjeron varias revueltas estudiantiles, especialmente en Córdoba.

En una oportunidad, luego de algunas refriegas, destrozos y detenciones, fue pronunciado un discurso a los jóvenes estudiantes por el mayor San Martino.  Mirándolos a los ojos, cara a cara y sin ningún tapujo, expresando que la policía no era una mordaza, ni voces ni de ideas; afirmando que había una mano tendida para apoyarlos en sus festejos y conmemoraciones, pidiendo que no hicieran desmanes que obligaran a la policía al enfrentamiento, se pronunció aquel día.

Este discurso se publicó repetidas veces en radio, televisión, periódicos y hasta en revistas de orden nacional (revistas Gente y Siete Días), ganando con ello, popularidad y prestigio en casi todo el orden político moderado provincial.

Gracias a su capacidad de oratoria y apoyado por el gobernador Bernardo Bas, un hombre político y conciliador, aquella arenga había sido posible. San Martino allí mostró ser un hombre prudente, criterioso y dispuesto a la reconciliación.

De este profesor de liceístas y universitarios, se había así popularizado una imagen de apertura al diálogo. Parlamentaba con aquellos antiperonistas duros del entorno de Onganía. Igual hacía con los dirigentes peronistas. Ahora, demostraba haber escuchado a la juventud de izquierda y revolucionaria. Y, al mismo tiempo, reclamando el derecho propio de ser escuchado.

A pesar de sus esfuerzos, con ello, se había ganado el rechazo de los activistas de ultraizquierda. Pues, en el camino de imponer una dictadura socialista en la Argentina, veían en la conciliación y esa mano abierta, un peligro para sus fines. Por similares causas, ya habían asesinado a Vandor y a Alonso, y este modus operandi no se detendría (7) (8) (AH.10-09-70) (AH.11-09-70) (AH.12-09-70). 

San Martino mantuvo su posición de conciliador con el movimiento obrero organizado y moderado, llamados “participacionistas y negociadores”. Dentro de la CGT, los enemigos de estos últimos eran los gremios “combativos”, intransigentes y vinculados a las extremas izquierdas revolucionarias. En el ámbito revolucionario, se buscaba el enfrentamiento como medio para alcanzar fines. Esto llevó a San Martino a asegurar los actos sindicales organizados por las 62 organizaciones ortodoxas y los de la CGT Azopardo en Córdoba, los cuales en algún caso contaron con la participación de José Ignacio Rucci (ver archivo histórico). Estos actos se realizaron en total paz y armonía excepto, cuando los gremios combativos irrumpían y descontrolaban estas manifestaciones pacíficas. Acometían con abucheos hacia los oradores moderados provocando así el escalamiento de conflictos (9) (AH.10-10-70) (AH.17-10-70) (AH.18-10-70) (AH.28-10-70) (AH.14-11-70).

En dirección contraria a lo anterior, para octubre del 70, mientras se realizaba un evento por parte de las organizaciones sindicales moderadas (ortodoxos), una gruesa columna de SITRAC-SITRAM, avanzó “pacíficamente” en dirección hacia aquel acto. 
Ambos sindicatos (SITRAC y SITRAM) habían sido copados por ideas de ultraizquierda, y la infiltración de la guerrilla en ellos (ERP), era una fundamentada sospecha. Que la marcha poseyera el objetivo de provocar el caos al llegar al acto de los no combativos, era una suposición aceptable. Había ya sólidos antecedentes al respecto.

San Martino, sin dar oportunidad al diálogo y sólo basándose en probabilidades, ordenó la represión de los manifestantes, cuando aún se mantenían en situación pacífica.  El objetivo fue logrado rápida y totalmente, manteniéndose la calma en el acto peronista.

Aquella fue una decisión operativa, típica de un oficial de Estado Mayor. En ambientes de suma dificultad se toman decisiones ágiles, en busca de reducir las consecuencias negativas. Sin embargo, esto contrastó con su posición de negociador, conciliador y de apertura al diálogo.

Como consecuencia de aquello, se produjo la indignación y el odio de la ultraizquierda por el claro favoritismo y discriminación por ideología, lo que "fue públicamente" expresado en un comunicado del sindicato. Se había inscripto, sin desearlo, pero por su propia decisión, en la lista de enemigos cordobeses del ERP. Y, esta fuerza armada revolucionaria, no se olvidaría fácilmente de aquello  (10) (AH.23-10-70) (AH.24-10-70).

 

Jefe de la Policía de la Provincia de Córdoba (11/12/1970 al 05/04/1971. Tres meses y medio).

El 29 de diciembre de 1970, a pocos días de haber asumido, una célula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de ideología marxista leninista, realizó un asalto fallido a una sucursal bancaria. Durante el intento de atraco, asesinaron a sangre fría al cabo de la policía Eleuterio Sánchez (fallecido por las heridas el 07/01/71) mientras éste se encontraba desarmado, boca abajo y en el suelo. Siete balazos a quemarropa, tan sólo por haber levantado la vista para observarlos. Marcos Osatinsky, jefe de la célula extremista, habría sido el ejecutor, todo esto según la prensa. Luego, realizaron una fuga de características espectaculares por las calles de la ciudad ametrallando móviles policiales que iban en su persecución. Durante la huida, un proyectil que ingresó por la luneta impactó en la cabeza de Raquel Gelín. Ella sería la primera mujer guerrillera argentina muerta en combate. Seguramente, eso debe haber tocado la sensibilidad de sus compañeros.

Los guerrilleros, cercados por cada vez más patrullas del comando radioeléctrico, se parapetaron tras unos vehículos. En ese instante arribó al lugar el jefe de la policía y, prudentemente, pidió el alto el fuego. Inmediatamente, parlamentó a fin de evitar mayor derramamiento de sangre. Este gesto humanitario fue respondido con disparos causando la muerte del cabo Hugo Agüero quien, confiado en la bandera blanca, había expuesto su pecho a las balas enemigas. Finalmente, luego de recibir una profusa lluvia de balas, los cacos revolucionarios se entregaron en medio de llantos, según la nota periodística (11) (12) (F.43) (AH.29-12-70) (AH.30-12-70) (AH.02-01-71) (AH.06-01-71).

Mientras San Martino estuvo en la policía, sumando los tiempos de la subjefatura y de la jefatura (14-07-70 a 05-04-71), sólo hubo 14 guerrilleros detenidos. Los cuatro que asaltaron al armero ya citados (ERP). Los cuatro fallidos ladrones de banco y asesinos de policías indefensos, uno boca abajo y otro con bandera blanca (FAR). Y, a posteriori del presente relato, se sumarían seis más (ERP). Ni uno solo de Montoneros, ni de FAP, ni de FAL. Esas fuerzas armadas guerrilleras no aportaron ni pueden aportar nada a la historia de San Martino. Y sólo pudieron hablar de lo que otros le contaron.

No hubo más detenciones de guerrilleros en el lapso considerado. Esto invalida cualquier extensión, extrapolación, generalización y/o  delirio argumental con que la guerrilla, siempre, ha pretendido justificar sus atrocidades.

Fue un corto período el de San Martino en la policía. Y con una guerrilla que no pasaba de ritos de iniciación y prácticas, estando lejos de actos de verdadero terrorismo, al menos en Córdoba. Quizás el asesinato que se realizaría el 29 de julio de 1971, sería el primero  (Ah-30-12-70) (AH.29-12-70) (AH.12-01-71) (AH.11-03-71).

 

Pocos días más tarde, durante enero del 71, SITRAC y SITRAM (ERP), tomaron las fábricas y retuvieron rehenes, representando lo último un delito de una inusual extrema gravedad.

Ingresando desarmado a la fábrica tomada, San Martino acudió personalmente a negociar con los trabajadores. Mediante su riesgosa gestión personal, logró que los líderes sindicales se comprometieran a buscar una salida conciliada al conflicto laboral (18) (AH-15-01-71).

A pocos días de ese hecho, habría sabido por informantes infiltrados en los grupos guerrilleros, que había sido condenado a muerte. Al mismo tiempo y como justificativo, se inició una campaña de difamación en su contra. 
La revista Confirmado, se entiende que contando con información privilegiada y luego de su fallecimiento, mostró la foto del jefe de policía durante el parlamento en aquel caluroso mes de enero y expresó: “La muerte rondaba su puerta”. 
Confirma lo aquí plasmado, una nota escrita por el aquel entonces montonero Ricardo Roa en donde dice: 
"Estaba condenado desde el 29 de diciembre de 1970". (13) (18) (23) (F.2). 

Paradojalmente, la afirmación del montonero Roa, lleva a la lógica conclusión de que ningún evento posterior a esa fecha, fue causal de su asesinato. Y, además, señalaría a los descontrolados asesinos de los policías indefensos; Eleuterio Sánchez y Hugo Agüero (FAR), como sus ejecutores. Ello, reforzando la lógica.

Lo anterior también invalidaría las postreras retóricas justificativas, de gran creatividad, presentadas por el ERP. Las hicieron después de aquella fecha y basándose en hechos que ocurrieron luego. 

 

El día 02/03/71 fue designado interventor de la provincia José Camilo Uriburu, en reemplazo de Bernardo Bas. Esto representó un inesperado endurecimiento de la política por parte del presidente Marcelo Levingston, amigo personal de Uriburu. 
Durante la Fiesta Nacional del Trigo en Leones de ese año, a la cual asistieron el presidente y el interventor, este último dio su famoso discurso sobre “La Víbora”, de contenido perturbador y desestabilizante. 
Conociendo personalmente a Levingston desde el Colegio Militar,  aunque solo fugazmente, el entonces jefe de policía de la provincia, estando también presente aquel día, expresó su voluntad de renunciar al cargo directamente al presidente. Sin embargo, y por pedido expreso de Levingston, se mantuvo en el puesto hasta que el nuevo interventor encontrara a un sucesor de su confianza e ideas estratégicas. 
Aquel discurso había sido dado en un tono disruptivo, poniendo a la provincia en curso hacia una oscura niebla, y sin posibilidad de retorno. Se había encendido la mecha en Córdoba que muchos, entre estos el mismo San Martino, intentaban mantener bajo la llave de la reconciliación 
(AH.02-03-71) (AH.08-03-71).

Una semana después, para el 12/03/71, SITRAC-SITRAM (ERP), provocó una revuelta en Ferreyra, barrio obrero industrial de Córdoba, lo que fue conocido luego como el “Ferreyrazo”.

Las columnas perfectamente organizadas por los dirigentes terroristas, según la información oficial del gobierno, provocaron destrozos, enfrentamientos con la policía, quemas de camiones, destrucción de bienes, explosión de una locomotora, corte de la Ruta Nacional N°9 y otros desmanes. Al cortar el principal acceso a la ciudad, ésta había quedado parcialmente incomunicada por vía terrestre.
La planificación y ejecución de estos actos (supuestamente efectuada por líderes guerrilleros), se habría realizado tan excelentemente, que se provocó un caos que fue noticia nacional. 
San Martino dirigió, tal como era su costumbre, a sus efectivos personalmente. 
Según consta en la nota del diario La Voz del Interior del 13/03/71, un portavoz de la guerrilla hizo saber a un reportero, que habían sido condenados a muerte varios miembros de la institución policial, quedando el periodista como testigo y su nota como documento. 
Durante los disturbios falleció el joven obrero Adolfo Cepeda, quien no era miembro de los sindicatos, tampoco estudiante, ni guerrillero, sólo un humilde trabajador que observaba inocentemente aquel caos. Su muerte no habría tenido relación directa con la situación de fondo. Según el informe del Instituto Médico Legal, el cual depende del Poder Judicial y no de ejecutivo, la causa de su muerte fue un disparo proveniente de un arma de bajo calibre (N°22), no perteneciente a la policía. Por otra parte, las fuerzas revolucionarias dijeron que la muerte la habría causado un agente de la repartición policial y responsabilizaron de esto al jefe de toda la Policía de la Provincia de Córdoba. Las versiones de los supuestos testigos difieren entre sí y no resultaron convincentes.

Y, como colofón, la CGT Nacional, por medio José Ignacio Rucci, responsabilizó de esta muerte a los sindicatos combativos organizadores del caos -SITRAC y SITRAM- (14) (15) (16) (AH.14-03-71) (AH.16-03-71).

 

Del día 12 en Ferreyra, las acciones se desplazaron al 15 de ese mes. Este día sería conocido como “El Viborazo”.  Los activistas provocaron desmanes, saqueos, quemas, barricadas, destrucción de bienes públicos y privados. Esto tuvo como coadyuvante la inacción de la policía de la provincia de Córdoba.
Rehusándose a acatar las órdenes impartidas directamente por el interventor Uriburu, San Martino mantuvo a su policía en una situación pasiva. Se le habría exigido una muy dura represión. Según una fuente de su círculo íntimo, no le habría sido posible conciliar sus valores humanos y cristianos con el tipo de represión ordenada por el interventor.  
Lo anterior, es fácilmente verificable en la renuncia pública a su cargo hecha por el propio interventor Uriburu quien culpó de todo al jefe de Policía, “por no haber realizado la represión exigida”. Además, fue refrendado por el sindicato de los ferroviarios, La Fraternidad. 
Todo lo anterior, llevó a elaborar la teoría, el día de su asesinato, de que había sido ejecutado por militares de extrema derecha en venganza por haber provocado, de manera indirecta, la caída de Uriburu. Hipótesis poco probable, pero sostenida por gente de opinión ante la revista Confirmado (17) (18) (HA.16-03-71) (HA.17-03-71) (HA.19-03-71) (AH.20-03-71). 

La ultraderecha gorila y dictatorial de 1955, lo había dado de baja de su amado ejército, condenado a la pobreza a su familia y mantenido preso dos años. Ahora, la ultraderecha nacionalista era sospechada de su homicidio, sólo porque él no había podido cumplir órdenes que consideró inaceptables. Finalmente, sería cobarde y brutalmente asesinado, en este caso, por la ultraizquierda. 

Se puede decir, de acuerdo al párrafo anterior, que corrió con la misma suerte del pueblo argentino. Desgarrado en varios pedazos por los diferentes y delirantes extremos. Era un argentino más, un cordobés más, uno más... Sólo que a él, siempre, le tocaba bailar con la más fea.

Uriburu renunció el día 17/03/71 y San Martino se mantuvo en su cargo, por órdenes superiores, hasta dimitir ante las nuevas autoridades el día 05/04/71.
Así la vida, pareció alejarlo del ojo de la tormenta sociopolítica de los setenta, desatada en su Córdoba natal. Había estado participado activamente de las acciones tendientes a neutralizar conflictos que habían ido escalando, al menos con los gremios clasistas, desde octubre del 70 (AH.03-04-71) (AH.06-04-71). Ya podía regresar a su vida de profesor.
El nuevo interventor, Helvio Guozden, posteriormente, lo designaría, el 16 de julio de 1971 director general del Servicio Penitenciario Provincial, ejerciendo este cargo por sólo trece días.  

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Sepelio, Julio Ricardo San Martino, Mayor Sanmartino, Guerrilla, FAR, FAP, Montoneros, ERP, Viborazo, Ferreyrazo, Víctimas guerrilla, CELTYV, Guerrillero, Córdoba, Jefe de policía, Setenta, años 70, Subversión, argentina
Julio Ricardo San Martino, Mayor Sanmartino, Guerrilla, FAR, FAP, Montoneros, ERP, Viborazo, Ferreyrazo, Víctimas guerrilla, CELTYV, Guerrillero, Córdoba, Jefe de policía, Setenta, años 70, Subversión, argentina
Tercera parte.

Tercera parte.

Su asesinato 29/07/1971, 12:40 horas.

Fue un jueves, frío, gris, que prometía llovizna. 
Julio R. San Martino, de cuarenta y nueve años, retornaba del trabajo al medio día, como lo hacía siempre, para almorzar con su familia. Eso era parte de su vida de esposo y padre. Fue en esos instantes que, al detenerse y dar paso a los automóviles que venían detrás de él, para luego girar, hacer la maniobra diaria e ingresar al garaje, ocurrió aquello. Emergiendo de una ventanilla, por sorpresa, por la espalda y con una escopeta recortada en sus manos, el verdugo, apuntó a su sien. Todo esto, a menos de un metro de distancia. Le dispararon dos balazos Breneeke, de un solo proyectil por disparo. Estos fueron directo a la cabeza provocando su destrozo y repartiendo su masa encefálica por todo el vehículo. A esa hora toda su familia lo esperaba para almorzar. Dado el minucioso y largo proceso de estudio, preparación y ejercitación del operativo, quedó claro que hubo total insensibilidad —o una poco probable, pero posible intencionalidad— ante el hecho que sus familiares lo vieran así. Tenía la cabeza abierta, su materia gris diseminada por el interior de su automóvil y manaba un hilo de sangre que caía desde su nariz sobre su falda. Esto último, dado que su corazón continuó latiendo unos instantes. 
¿Quién y por qué, habiendo tantos escenarios posibles, eligió el lugar y la hora en donde aquel acto brutal se entregaría como un macabro obsequio a su familia? 
Fuentes policiales dedujeron que participaron del operativo unos 20 efectivos guerrilleros y al menos 5 vehículos.  San Martino quedó con ambas manos caídas desde el volante sobre sus muslos y con la pistola enfundada. Murió ajeno a los sucesos y no supo lo que ocurriría. Esto consta en las fotos periodísticas de la fecha y surge de declaraciones fidedignas de sus familiares, primeros testigos de lo ocurrido. Se puede apreciar en una foto que uno de los dos disparos atravesó el parante del automóvil. Por sorpresa y por la espalda (F.1) (AH.29-07-71) (AH.30-07-71) (AH-31-07-71).

La campaña de demonización que se realizó en su contra desde el inicio del plan, y que culminó con muy débiles razones expresadas en el comunicado, fueron por demás insuficientes. Sólo la cobardía y una inseguridad visceral, podrían justificar tanto. Fue emboscado, atacado a traición, su arma de oficial del ejército enfundada y hacía meses que ya no estaba en funciones en la policía, sin ninguna otra fortaleza que la pudiera emanar de sí mismo (19).

 

Quiénes.

Nunca se estableció oficialmente ni quiénes fueron sus asesinos, ni las motivaciones de tan atroz y planificado asesinato, pero hay suficientes elementos como para realizar una estimación profana.

Fue emitido un comunicado fundamentación adjudicándose el atentado un grupo perteneciente a las organizaciones, en aquel momento vinculadas, FAR, FAP y Montoneros (19), algo muy amplio, pero que delimita, distingue y separa ámbitos de participación. Y aquí se hace relevante considerar que aún nadie jamás ha puesto en duda la veracidad de aquella publicación.

En el órgano de prensa del EPR, de ideología trotskista, Estrella Roja N°5 y N°6, esta fuerza guerrillera reproduce el comunicado declarando que ellos no cometieron el crimen. Esto los descartaría y, al mismo tiempo, ratificaría una de las exclusiones señaladas en el párrafo anterior. Sin desmedro de lo dicho, es muy probable que los continuos enfrentamientos estratégicos entre Julio San Martino por medio de la policía de Córdoba y el ERP por medio de SITRAC–SITRAM, llevaran a esta fuerza guerrillera a dar algún tipo de impulso y apoyo al grupo ejecutor (19).

Por otra parte, la cercanía a Perón de la víctima desde antes del 17 de octubre, ponen en duda de que pudiera haber sido ejecutado por la izquierda peronista con quien San Martino, siempre había mantenido una prudente distancia vinculada. Eso descartaría a células de las FAP y de Montoneros. Sería entonces más probable una célula de las FAR de ideología marxista leninista, dada la posición de San Martino de ser decididamente antimarxista. Esta hipótesis es apoyada tanto por Juan B. (Tata) Yofre (20), quien fue director de la SIDE -Secretaría de Inteligencia del Estado-, como por Héctor Vergés (21) jefe del Comando Libertadores de América -lucha antisubversiva-, en sus libros, ya que le adjudican el asesinato a una célula específica de las FAR, la conducida por Marcos Osatinsky. Considerando también que el día 29 de diciembre de 1970, las FAR demostraron que no necesitaban colosales razones para asesinar (*), todo lleva a considerar como muy probable que esa célula haya sido la que cometió el crimen (19).

(*) "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar" (Ernesto Che Guevara).

Tal fue el caso del agente Eleuterio Sánchez, asesinado aquel doloroso, triste y sangriento 29-12-1970, por levantar la vista para observar a los cacos terroristas, mientras estaba en el piso, reducido, indefenso, boca abajo y desarmado, recibiendo del líder del grupo siete balazos a quemarropa delante de todos los empleados y clientes del banco que se encontraban ahí, en ese momento atroz. Asimismo, tanto Vergés como Tata Yofre en sus libros aseguran que el operativo de ejecución de San Martino se habría denominado Sonia I. Y que luego este mismo grupo habría asesinado, en operativo llamado Sonia II, al general Juan C. Sánchez, y, finalmente, habrían organizado el operativo Sonia III para asesinar al general Elvio Anaya, sólo y únicamente, porque según informes que habrían recibido, éste iba a ser designado teniente general de su arma, pero luego abortaron Sonia III porque se supo que quien ascendería sería otro Anaya, Leandro E. Anaya (11) (20) (21) (AH.29-12-70) (AH.30-12-70) (AH.02-01-71) (AH.06-01-71).

¿Acaso, el posible ascenso a teniente general de su arma, era un motivo humanamente concebible para asesinar a Elvio Anaya?

La gente común, casi todos nosotros, esperamos que el asesino posea motivaciones extraordinarias para haber alcanzado un estado capaz de conducirlo a quitar una vida junto con todo el daño consecuente, por ejemplo a la familia, pero en la guerra, especialmente en la de guerrillas terroristas, en donde es preciso sembrar el terror, valga la obviedad, el guerrillero se encuentra en un estado que se podría definir como psicopático, inmerso en una honda carencia de sentimientos y emociones y, la eliminación de una vida, suele proceder sólo por razones estratégicas, derivadas de la ley del menor esfuerzo y respondiendo a palabras tales como el "objetivo". Asesinar al agente Eleuterio Sánchez, por ejemplo, podría haber respondido sólo a la intención de castigarlo por haber levantado la vista para observarlos, siendo esto, una desobediencia inaceptable para quienes tenían el dominio y autoridad para decidir, en ese absurdo momento, sobre si Eleuterio vería a su familia esa tarde o si su alma sería segada y, una lluvia de siete balas, representaba un esfuerzo mínimo, rápido y seguro (11), nada más. En estos casos, este tipo de sujetos, suelen obtener sentido de confianza en sí mismos, y logran definir su lugar en el mundo, al saborear el poder de decidir quién conservará la vida y quién ha de perderla.

El jefe de aquella célula que asaltó el banco era Marcos Osatinsky, quien habría disparado aquella exagerada ráfaga contra el agente Eleuterio Sánchez y luego, un poco más de un año después, durante la fuga de Trelew, también asesinó de un disparo a quemarropa a un guardiacárcel, Juan Valenzuela.

No necesitaban colosales razones para asesinar. Seguramente, habían sido preparados y entrenados para convertirlos en "efectivas, violentas, selectivas y frías máquinas de matar", tal como eran las singulares convicciones de Ernesto Che Guevara, quien veía en esa frialdad asesina, el mejor y más rápido camino para imponer la revolución socialista a un pueblo.

 

Por qué.

Todo indica que sus asesinos observaban demasiado e inexplicablemente su figura pública, y esto, podría indicar motivaciones personales subyacentes e incomprensibles para nosotros, la gente común. También podrían haber habido varios impulsores insospechados, pero hay dos motivadores indiscutibles:

Odio a lo que San Martino era en lo general y odio a lo que San Martino era en lo personal.

Sin lugar a dudas fue, en lo general, un crimen estratégico. Ese día, las FAR, hubieron asesinado, en la puerta de su casa a un oficial de Estado Mayor del Ejército, dando con ello un golpe a esta arma y, por extensión, a todas las FF.AA. argentinas. Así mismo, a un peronista de laya, antiguo, que había pasado dos años en la cárcel por peronista, de confianza de Perón, pero de centro y/o de centro derecha poniendo así en alerta a todo el peronismo decididamente antimarxista al saberse objetivos probables, tal como luego lo sería José Ignacio Rucci. También era un golpe a las policías nacionales por haber sido jefe y subjefe de la policía de la provincia de Córdoba, y a los nacionalistas, por haber trabajado en cargos públicos durante los gobiernos de Onganía y de Levingston y, por si fuera poco, gozaba de gran popularidad en Córdoba luego de su sincera arenga a los estudiantes en sus épocas de subjefe. Su crimen sería recibido como un mensaje inspirador de terror para todo lo que representaba San Martino. Se podía identificar a tanto con él y, sin embargo, aquel día era un hombre solo, en su auto particular, camino a su casa, distraído y con sus dos manos en el volante. El riesgo era casi nulo, pero podría aparentar un golpe a muchas instituciones argentinas y a un gran número de argentinos. Otro grupo guerrillero había dado muerte a Aramburu, mas él no era el objetivo, éste era la toma del poder e instaurar una dictadura socialista de izquierda. Aramburu fue un rito de iniciación y un mensaje inspirador de terror ya que fue elegido como día del secuestro, el 29 de mayo, día del Ejército Argentino.

Las pandillas actúan de igual modo. Si un sujeto desea ingresar a una, tiene que asesinar a alguien, no importa a quién, se trata del compromiso de haber iniciado un camino sin retorno, el del homicidio y, al mismo tiempo, a la pandilla le resulta provechoso el terror inspirado a quienes aún no se doblegan ante ella.

Las FAR no habían logrado gran impacto en Córdoba hasta ese día, sólo un asalto frustrado a un banco, por disponer para la huida de un Torino que no arrancó y que dejara el saldo de tres muertes y varios heridos.

Quizás, también, encontrando los puntos que tenían en común las víctimas de asesinato planificado de la guerrilla del setenta se podrían encontrar motivaciones más profundas del homicidio.

San Martino, salvando las grandes distancias y sin pretender hacer ningún tipo de comparación, pertenece al grupo de víctimas de asesinatos de aquellos años, argentinos que pretendieron volver a unir al Ejército con la clase obrera y/o que se mantuvieron moderados durante los gobiernos nacionalistas “azules”, de Onganía y de Levingston. Y aunque esas víctimas fueron muy diferentes entre sí se pueden citar a: Augusto Timoteo Vandor, José Alonso, Dirck Henry Kloosterman, Marcelino Mansilla, Antonio Magaldi, Teodoro Ponce, José Ignacio Rucci, Julio R. San Martino, otros gremialistas, miembros de las policías de todo el país y efectivos de nuestras Fuerzas Armadas que buscaron el camino de la negociación cuando la ultraizquierda precisaba la guerra civil para alcanzar el poder e instaurar una dictadura guevarista. La reconciliación entre las Fuerzas Armadas Argentinas y una gran e importante parte de su Pueblo, rota en el cincuenta y cinco, representaba una seria amenaza a los fines revolucionarios (22) (23) (Página Quienes y por qué según nota de Ricardo Roa).

En lo personal, también lo odiaban. San Martino era alguien urticante para la guerrilla. Los enfrentaba personalmente y los derrotaba. La guerrilla quería llamar la atención, pero no salían en primera plana, sólo en páginas policiales que señalaban repartos de leche robada y asaltos fracasados. San Martino estaba al frente de los efectivos en los lugares más peligrosos, saliendo en cámara, en televisión, en fotos; en diarios y revistas de Buenos Aires. Los guerrilleros buscaban salir de la oscuridad, ser importantes y, sin embargo, era San Martino quien ganaba prestigio y popularidad. Observaban, de manera fuera de lo normal su figura, esto puede verse al leer detenidamente y a profundidad el Comunicado (19). Por si fuera poco, con las fuerzas policiales cordobesas, había protegido los actos de los sindicalistas no combativos (peronistas y otros) de los ataques de los gremios combativos (ultraizquierda) (9) y, siendo subjefe, había dispersado las columnas de SITRAC -SITRAM (ERP) cuando aún se desplazaban pacíficamente, pero encaminados a causar desmanes en un acto pacífico (10), lo odiarían por eso y lo dieron a entender públicamente (10). En el Ferreyrazo, estaba allí, presente, responsabilizándose de todo. Seguramente por eso le adjudicaron la muerte injusta e innecesaria de Cepeda quien habría recibido una bala calibre N°22 al igual que el policía Juan Domingo Faro y, aunque el relato apócrifo del ERP hubiera interpretado fielmente lo que ocurrió aquel día, versión que describe a un policía ingresando, de pronto y sin motivos en estado demencial, dando muerte a un inocente distraído que miraba los desmanes, a San Martino, sólo le podría haber correspondido alguna responsabilidad, pero nunca culpabilidad, ya que  lo que habría hecho el supuesto policía enajenado, sin lugar a dudas, no habría correspondido a una orden de su jefatura inmediata, mucho menos a la del jefe de toda la policía de la provincia de Córdoba, si no, sólo un acto personal, disparatado y contrario a lo que hicieron cientos de policías ese día; lo que pone en evidencia que San Martino fue calumniado por sus victimarios para, de algún modo y anticipadamente, justificar ante la sociedad aquel acto cobarde, ya decidido meses antes, y que en julio del 71 acabaría con la vida de un soldado que jamás se hubo manchado con sangre. Por si todo esto fuera poco para que lo odiaran como persona, durante el Viborazo, no sacó la policía a la calle, pues se negó a realizar una represión brutal como se lo había exigido el gobernador Uriburu, cosa que éste, Uriburu mismo, redactó y recalcó en su renuncia a la gobernación de Córdoba. Es más, tal como consta en el relato de Anselmo Cipriano Campos, cuando la policía estaba por comenzar una abrumadora balacera dirigida a cuatro asesinos acorralados de las FAR, San Martino, dio órdenes de alto el fuego, para luego llegar al lugar en donde esos guerrilleros, quienes ya habían acribillado a Eleuterio Sánchez, se encontraban cercados y; con bandera blanca, les ofreció rendirse y salvar sus vidas. Estos respondieron con disparos dando muerte al policía del comando radioeléctrico Hugo Agüero. Se abrió fuego y, recién en ese instante, entre alaridos y sollozos, gritaron que se rendirían, entonces, la policía de Córdoba, con San Martino presente, aceptó esta rendición ya tardía, para Hugo Agüero y su familia. "Nunca pude entender que fueran estos mismos tipos, a quienes San Martino les salvara la vida, los que lo asesinarían después y tan cobardemente" (paráfrasis correspondiente a palabras de Anselmo Cipriano Campos (22)). Esos cuatro asesinos, gracias a San Martino, no murieron aquel día, pero luego justificaron el alevoso crimen porque dijeron que habían recibido malos tratos por parte del personal policial y que, San Martino, "era quien conducía esa policía" (19). Quizás, haberles salvado la vida a esos cuatro de las FAR, haya sido lo que más odio personal podría haber despertado en ellos. Les perdonó la vida... Cuánta humillación para imberbes guerrilleros en busca de notoriedad por su capacidad para sembrar el terror y, nada menos, luego de haber asesinado cruel y cobardemente a Sánchez (en el suelo) y a Agüero (con bandera blanca). Un acto así, ofrecerles la rendición y vivir, debe haber sido tan perturbador para quienes esperaban haber desatado a todos los demonios de la policía de Córdoba, que les debe haber provocado un odio personal hacia San Martino de dimensiones descomunales. Hubo sólo 14 guerrilleros detenidos en todo el período de San Martino en la policía de Córdoba, diez de EPR y cuatro de las FAR. Sólo los de las FAR, los de los asesinatos de policías indefensos, Eleuterio Sánchez y Hugo Agüero, denunciaron malos tratos, ninguno más. Todos, los catorce, especialmente los cuatro asesinos, vivieron; todos sanos y salvos, la denuncia por malos tratos no prosperó en la Justicia, eso dice, poco o mucho, pero dice. Osatinsky siguió asesinando (al menos a Valenzuela), y si él y otros más de los catorce, no llegaron a viejos fue porque decidieron continuar con sus matanzas, pero eso ocurriría luego del indulto de 1973, en democracia y cuando la víctima, Julio Ricardo San Martino ya sólo era un recuerdo para quienes lo conocieron y para quienes lo amaron.


La medalla.

Sin desmedro de lo expresado en el párrafo anterior, este sencillo repaso de su vida, nos habla de que la causa fundamental de sus presidios, acosos, persecuciones, infamias, calumnias y muerte, fue tratar de servir fielmente y, al mismo tiempo, durante los años setenta y en la Argentina, a su triple norte: su Patria, su Ejército y su Pueblo, especialmente, a los dos últimos, sin embargo, su  lucha sin claudicar y dedicación a los tres, lo hicieron merecedor a la “Medalla de Plata al Honor Militar”.


El legado.

Lo llamativo de San Martino es que, a pesar de ser un hombre preparado para la guerra, se llevó, a esa comarca ubicada más allá del espacio-tiempo, la gratitud y afecto, que luego de medio siglo aún se puede escuchar, de soldados, cadetes, policías, alumnos y seres cercanos de corazón humilde que lo tuvieron como orientador y/o jefe, por el impacto positivo que tuvo en sus vidas (12).

Quiénes y por qué

Análisis basado en la nota de Ricardo Roa

Julio Ricardo San Martino

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